Sierra Maestra-Río Toa

Guerrilla de verano de Mal Nombre en el 2014: una esforzada caminata de siete días por la Sierra Maestra y una fascinante navegación de cinco días por las inquietas aguas del río más caudaloso de Cuba: el Toa.

Por: Sandelis

Una semana en la Sierra Maestra y otra en el río Toa fue la propuesta de Mal Nombre para su 27 guerrilla de verano. La Sierra incluía un ascenso al Pico Turquino, una subida a la loma del Hombrito, donde el grupo colocó un busto del Che en 1994, un ascenso a los Altos de Conrado, una visita a la Comandancia del Che en La Mesa, una estancia en al paradisíaco caserío de Manguito, la subida al Pico La Bayamesa, donde los malnombristas erigieron un monumento a Carlos Manuel de Céspedes en el 2008, y un descenso por la casi virgen Maestrica de los Libertadores o por otra ruta que nos llevara a la costa sur santiaguera. En el caso del Toa, la idea era navegar desde el poblado de Bernardo de Yateras hasta, al menos Mal Nombre, zona que le dio nombre al grupo. Pero una cosa es lo que se planifica y otra la realidad.

En total participamos 42 malnombristas, 41 de ellos subimos al Turquino y 36 continuamos el recorrido por la Sierra Maestra. Para el Toa se incorporó una malnombrista en Guantánamo y en total fuimos 24 los navegantes.

Jueves 31 de julio del 2014

La salida se acordó en el parque de H y 21 en el Vedado, a las 6 de la tarde, pero la tardanza de la guagua nos hizo partir a las 7 y 21. Durante el viaje conformamos los grupos de cocina y de retaguardia.

Viernes 1ro. de agosto

Llegamos al palacio de pioneros de Santiago de Cuba en la mañana, donde nos esperaban Griny y Tony, los dos holguineros de la tropa. Allí dejamos la carga de comida del Toa y redistribuimos los bultos de comida para la caminata de esa tarde, para emparejar el peso en cada espalda. Luego hicimos una rápida visita al cementerio de Santa Ifigenia, para hacerle el necesario homenaje a Martí, y a la par, visitamos las tumbas de otros próceres, como Carlos Manuel de Céspedes y Frank País.

Seguimos por la costa sur del municipio santiaguero de Guamá. A unos dos kilómetros del poblado del Uvero, la guagua no pudo seguir por lo maltrecha de la vía y tuvimos que continuar cogiendo botellas en dos camiones, hasta caer en el caserío de Las Cuevas, al pie del firme del Turquino. Iniciamos entonces esa tarde nuestro recorrido por la Sierra Maestra, con una caminata de unos tres kilómetros y medio, hasta el campamento de Flora y Fauna llamado “La Majagua”. Una lloviznita condimentó la llegada al campamento.

Campamento La Majagua

Campamento La Majagua


Sábado 2 de agosto

El bautizo de la tropa llegó esa madrugada. Un severo aguacero enchumbó el campamento, filtrándose el agua por los techos y paredes de las tiendas de campaña y de las casas de techo de guano en que descansábamos. Amanecimos soñolientos para iniciar la recogida.

Partimos sobre las nueve de la mañana, en busca de la mayor altura del archipiélago cubano: el Pico Turquino. Un alto en el Pico Caldero y otro en el campamento del Pico Cuba, sirvieron para esperar a los más cansados, reagrupar a la tropa y saludar a Ramón Frontera, un puertorriqueño amigo de Irmita, Freeman y mío, que ha mostrado su solidaridad con los Cinco, quien había ascendido por la vertiente norte del Turquino.

Campamento del Pico Cuba

Campamento del Pico Cuba


No pocos llegaban por primera vez al “techo de Cuba”, y las fotos junto a Martí cargaban con esa particular connotación. Partimos de la cima después de la dos, algo tarde para la meta que teníamos para el día: El Alto del Cojo.

Alegría en la cima del Turquino

Alegría en la cima del Turquino


La larga bajada del firme del Turquino, el paso por El Mirador y Loma Redonda y el complicado ascenso del Paso de Los Monos, le robaron suficiente tiempo a la caminata, como para arriesgar la llegada diurna al Cojo. En la cima del Pico Joaquín tomamos a la derecha en busca de nuestra meta de la jornada, dejando a la izquierda la bajada al campamento del Joaquín.

Bajando la ladera de noche

Bajando la ladera de noche


Domingo 3 de agosto

La meta de la jornada era bastante ambiciosa: llegar a la zona del Hombrito, ubicada a unos 16 kilómetros de donde estábamos. En tres ocasiones, entre los años 1994 y 1995, grupos de malnombristas y jóvenes del Polo Científico habíamos recorrido la ruta en sentido contrario. Lorenzo y yo éramos los únicos con presencia anterior en la zona. En aquellas excursiones, las llegadas al Alto del Cojo fueron complicadas, pero los tres recorridos se iniciaron con un ascenso a la loma del Hombrito, incluso en la primera ocasión no se llegó, al ser el día en que colocamos el busto en la cima. Ahora teníamos la posibilidad de dejar la subida al Hombrito para la siguiente jornada, si la llegada a la zona fuera muy tarde. También ahora teníamos la ventaja de que íbamos esencialmente en descenso.

La casa del campamento del Alto del Cojo

La casa del campamento del Alto del Cojo


Teniendo en cuenta esos elementos, partimos rumbo al Hombrito, recuperados ya de la odisea vivida la noche anterior. Pero 20 años habían pasado desde la primera vez y la Sierra había cambiado.

Las subidas a las lomas de la Isabel y de la Gloria no fueron en nada complicadas, pero aún faltaba el Infierno para enrumbar hacia el Hombrito, y ahí estuvo nuestro embarque. En busca del secadero de café que media entre la Gloria y el Infierno -¡vaya paradoja de lomas que confluyen!-, obvié un camino a la izquierda, que se desviaba de la ruta que llevábamos. El trillo seguido nos hizo bajar una complicada ladera y llegamos a un llanito pelado anclado entre las lomas, donde hicimos acampada con la venia de un arroyo cercano. Una exploración de Edgardo y mía esa tarde nos hizo comprender el rollo en que estábamos.

Acampada en el pelado

Acampada en el pelado


Lunes 4 de agosto

Nuevamente la madrugada nos deparó bastante lluvia, ahora distribuida en tres furiosos aguaceros, suficientes como para empapar el campamento. Ya en la mañana, recogimos y partimos de regreso por la empinada ladera y tomamos el camino que habíamos obviado el día anterior. Sabíamos que la nueva ruta nos llevaría al caserío nombrado “California”, lo cual nos alejaba de la senda del Hombrito; pero esa era la única vía segura que teníamos a mano.

Por eso, al avanzar unos cientos de metros y ver un entronque, donde un camino se desviaba por la derecha, mi alegría no fue poca e hice una exploración con Edgardo, por una zona donde la loma del Infierno estaba siempre a la vista. Finalmente enrumbamos todos por la derecha y descendimos hasta el secadero de café ubicado entre la Gloria y el Infierno, el cual estaba cubierto prácticamente por una densa capa vegetal.

Esperando por la exploración en el entronque a California

Esperando por la exploración en el entronque a California


El baño en la poceta donde se unen los dos arroyos que descienden en la zona, fue una divinidad. Pero la tarde avanzaba y ya habíamos perdido un día. Algunos como María Teresa y Elizabeth, querían seguir y dormir bajo techo en un caserío llamado Santa Ana, ubicado al descender el Infierno por la vertiente este. Recordando que por Santa Ana pasaba un arroyo y caía además un fino salto de agua, y teniendo en cuenta que, según el camino recorrido hacía 20 años, no tardaríamos más de una hora en llegar, decidí partir sin tomar en cuenta que podía haber opiniones contrarias a dejar el bello lugar donde nos encontrábamos. Y entonces, el camino que fue, ya no era.

El inicio de la subida por la falda del Infierno me hizo ver que las cosas habían cambiado. Avancé un tramo en la delantera, despejando la maleza que cerraba el camino, hasta que no me quedó más remedio que organizar una chapea para seguir avanzando. Tras rebasar un alto que dividía las vertientes este y oeste del Infierno, el camino desapareció, justo cuando la tarde comenzaba a caer. En un momento en que las penumbras empezaban a invadirnos, Yaser y Edgardo, en la avanzada, enrumbaron por la derecha, lo cual no era la dirección correcta, pero al sentir el agua de un cañón, comprendí que era lo mejor para acampar de inmediato, teniendo a mano el líquido preciado. El rollo ahora estaba en hallar un planito en las cercanías de aquel cañón…, pero lo encontramos. Esa noche inolvidable, en tremenda apretazón, sin espacio para armar las tiendas de campaña, por suerte no llovió. Éramos 36 más las mochilas, en unos 30 o 40 metros cuadrados, con una brusca ladera por un lado y la caída del cañón por el otro. El grupo Cuatro de cocina, guiado por Janett, preparó comida fría, y tras devorar el bocado, intentamos dormir algo.

Acampada junto al cañón

Acampada junto al cañón


Martes 5 de agosto

Según el plan, ese día debíamos amanecer en Manguito, pero la tan anhelada luz solar nos invadió en un cañón hundido en la loma Infierno, aún lejos del Hombrito y sin tener un camino a la vista. Por eso no esperé el desayuno y comencé a abrir monte ladera arriba, hasta llegar a un alto, con la compañía perenne de Edgardo, quien despuntaba seguro para Novato del Año.

Tras el desayuno, después de que la tropa llegara al alto y de que comenzara una rotación de la chapea cada diez minutos, Rovic vislumbró un camino claro más abajo. Tomar el camino, pasar cerca de Santa Ana y seguir el firme de la Maestra, teniendo a la loma del Hombrito a la izquierda, fueron los pasos que siguieron en la jornada. Sobre las cuatro de la tarde llegamos a un entronque clave, ubicado al pie de la “Loma de La Bandera”, cumbre oriental del Hombrito en la cual colocamos el busto del Che y donde Lidya Doce enarboló una inmensa bandera del 26 de Julio, en plena campaña guerrilla, a instancias del Guerrillero Heroico.

En el entronque, hacia adelante el camino lleva la ruta de Buey Arriba, hacia arriba conduce al Pico de La Bandera y a la derecha se dirige a Manguito, teniendo a unas decenas de metros el ascenso a los Altos de Conrado. Cerca quedaba el sitio donde estaba ubicada la casa de Sonsón, un pichón de haitiano que conoció al Che y nos dio cobija cuando colocamos el busto del Guerrillero. En nuestra estancia anterior en el 2008, supimos que Sonsón estaba ingresado; ya en aquel año debía rebasar los 80 años de edad.

Ahora no hallamos el camino a su casa, lo cual presagiaba que el sitio estaba abandonado. Subimos al Hombrito, disfrutamos la indescriptible vista de la Sierra Maestra que se aprecia desde su altura y cantamos “Son los sueños todavía”, como homenaje a aquel ejemplo de hombre, que hoy nos sigue asombrando. La acampada nocturna la hicimos junto a una aguada, justo en el camino a Manguito.

En cima del Hombrito, junto al monumento al Che

En cima del Hombrito, junto al monumento al Che


Miércoles 6 de agosto

Por suerte, por segunda madrugada consecutiva no llovió en esta nueva acampada a la intemperie. Como la Sierra había cambiado, los seis o siete kilómetros que teníamos por delante para llegar al terraplén que nos enrumbara hasta Manguito, los tuvimos que abrir a machete limpio, con una rotación de la chapea en dúos de hombres cada 10 minutos. 6 años atrás la historia había sido diferente.

Alegría al llegar al terraplén que ponía fin a la chapea

Alegría al llegar al terraplén que ponía fin a la chapea


La llegada por la tarde a Manguito no fue todo lo feliz que hubiéramos querido. Tres de la tropa se habían perdido, incluyendo a María Emilia, que dejaba con nosotros a sus hijos Abiel, con 14 años, y a Amelie, con 9. El Rafa y yo salimos a buscarlos cayendo la tarde, pero a pesar de avanzar unos 4 o 5 kilómetros, no dimos con ellos. Entonces le pedí ayuda a Idael, el jefe de Flora y Fauna en la zona, quien nos había propiciado el sitio donde estábamos acampados, tal y como lo habíamos hecho en el 2008. Idael le orientó a Baldomero, un trabajador subordinado, que fuera en la misión con su caballo, el cual sumó a un compañero suyo llamado Wilson, quien partió en su mulo.

Jueves 7 de agosto

A las tres y media de la madrugada llegaron al campamento Baldomero y Wilson, y con ellos, Lorenzo y María Emilia. Aún quedaba Rovic perdido, quien había continuado descendiendo el terraplén que conducía a la costa sur santiaguera por la zona del Peladero. Los tres perdidos habían seguido de largo el día anterior, sin notar el entronque donde bajaba el camino a Manguito, a pesar de que Lorenzo había estado en la zona en el 2008.

El día amaneció sin presión para los malnombristas, pues el plan era pasar completa la jornada en Manguito. Por la mañana se apareció finalmente Rovic, quien había recibido una hospitalaria acogida en la casa de una familia campesina y temprano lo habían adelantado en caballo loma arriba.

Campamento en Manguito

Campamento en Manguito


Manguito es un paraíso en medio de la Sierra Maestra. Un arroyo pasa por la zona y comienza a descender en saltos de agua con pocetas, incluida la bella “Fuente de Ana”, para de inmediato abalanzarse entre farallones, en un salto de más de 30 metros de altura conocido como “P’acolmo”. Caminos señalizados, con escalones de madera de protección y con puentes y balcones, también de madera, han construido los trabajadores de Flora y Fauna, para darle mayor belleza y condiciones a la zona.

En el salto de P’acolmo

En el salto de P’acolmo


De aquella delicia disfrutamos los malnombristas en la jornada. Por la tarde, un juego de fútbol con una toronja, en medio de un fanguizal, me provocó unas pequeñas heridas en el pie izquierdo, que tuvieron consecuencias posteriores en la guerrilla. Esa noche, una tormenta azotó a la zona, con lluvia seriada y fuertes ráfagas de viento, mientras una infección tomaba fuerza en mi pie herido.

Al día siguiente terminaríamos el recorrido por la Sierra Maestra, con una extensa bajada hasta la costa santiaguera. Los Altos de Conrado, la Comandancia del Che en La Mesa y el Pico La Bayamesa quedarían solo en planes, pues el Toa esperaba y una guagua debía recogernos el domingo 17 de agosto por la mañana en Baracoa; es decir, el tiempo no daba para más.

Según supimos por Idael, el camino de Manguito a Pino del Agua Arriba -trayecto necesario para ir a La Bayamesa- estaba perdido. A todas vistas, el panorama en la Sierra Maestra había cambiado desde los anteriores pasos nuestros por las zonas previstas a visitar, y los malnombristas habíamos sufrido las consecuencias de esos cambios. Los caminos de norte a sur seguían manteniéndose, pero los que antes se extendían entre el este y el oeste, es decir, a lo largo o paralelos al firme de la Maestra, se estaban perdiendo entre la maleza. El camino por el Infierno, el del Hombrito al terraplén de Manguito y el de Manguito a Pino del Agua Arriba eran tres claros ejemplos de ello. Un despoblamiento de la Sierra podría tener que ver con tal situación. Según Idael, al eliminarse las escuelas con menos de 5 alumnos, los padres estaban abandonando las montañas al llegar los hijos a la edad escolar. Esa podía ser una causa, aunque no la única.

Viernes 8 de agosto

A las 5 de la mañana di el de pie, pues la caminata del día era bien larga y el sol podía afectar seriamente si no aprovechábamos la mañana para caminar. Ya teníamos esa experiencia del 2008, en el mismo trayecto, donde el mediodía nos cogió en pleno faldeo, sin mucha sombra a los lados. Además, debíamos llegar a Santiago en la jornada, porque si no, la visita a lugares de Santiago se limitaría mucho, para no complicar el Toa.

Alejandro -estudiante de 5to. año de medicina- me hizo una cura antes de partir. El pie me dolía bastante, se notaba claramente hinchado y la fiebre ya me estaba acosando. El tramo de unos cinco kilómetros hasta un lugar conocido como Barrio Nuevo, lo hice descalzo de ese pie, con una media y una jabita de nylon protegiéndome y apoyado en mis dos muletas para que la pisada fuera lo más suave posible. En Barrio Nuevo, Idael quiso adelantarme en su mulo, pero me negué; allí me puse el tenis, pues con el calor de la caminata, el dolor había disminuido algo. Luego la fiebre me subió a 38 y 39.

Fue un duro día de caminata para todos. En el tramo final -parecido a la bajada del Turquino- se ve la costa cercana, pero el faldeo se hace interminable, que uno no sabe cuándo se acaba aquello. La llegada a la costa por la tarde llevaba una gran carga de cansancio. Por suerte, la estrella malnombrista nos puso un camión de inmediato, y antes de las seis ya estábamos en Santiago, para acampar en el palacio de pioneros. Esa noche Alexis consiguió un carro y fui en él a curarme a un hospital, pero en la cura no vieron nada extraño. Me limpiaron y aplicaron yodo en las heridas. También Rovic fue a que le vieran un uñero. A ambos nos recetaron antibióticos.

Un alto rumbo al Peladero. Abajo, a lo lejos, la costa.

Un alto rumbo al Peladero. Abajo, a lo lejos, la costa.


Sábado 9 de agosto

Temprano en la mañana llamé a reunión y le pedí a los que irían al Toa, no salir esa tarde para Guantánamo, sino quedarnos hasta el día siguiente para dar más tiempo a mi recuperación. El día se lo pasó la gente visitando interesantes lugares de Santiago como el Moncada, la Plaza Antonio Maceo y el Parque Céspedes. En la mañana, un grupo fue hasta el poblado del Cobre, a ver el Santuario.

En la Plaza Antonio Maceo

En la Plaza Antonio Maceo


Yo pasé todo el día tirado en el suelo de un salón del palacio de pioneros, pero no sentí mejoría alguna. Cada vez que me paraba, el pie se me ponía morado y un dolor intenso me acosaba.

Por la tarde Elizabeth partió de Santiago rumbo a su casa en Güinía de Miranda, pues su mamá regresaba de una misión en el exterior, mientras Alexis y Daniela se iban camino a La Habana. Rovic salía de noche para la capital.

Domingo 10 de agosto

Los 23 del Toa, recogimos temprano en el palacio de pioneros y partimos rumbo a la terminal de Calle Cuatro. Allí pronto cogimos un camión para Guantánamo. Cerca de la rotonda del Pedagógico guantanamero se nos sumó Eledys, quien no fue a la Sierra, y al poco rato nos íbamos en otro camión en dirección a Palenque. Una guagüita Girón se prestó en Palenque para llevarnos hasta el poblado de Bernardo de Yateras, donde acampamos junto al río Toa. En Santiago, los que allí quedaron pudieron partir en la tarde hacia La Habana, terminando así sus días de guerrilla.

En Bernardo de Yateras, junto a la guagua que nos transportó desde Palenque.

En Bernardo de Yateras, junto a la guagua que nos transportó desde Palenque.


Lunes 11 de agosto (primer día de navegación)

En la madrugada me desperté varias veces con gran preocupación, pues el pie seguía igual y por la mañana debíamos iniciar la navegación en balsas por el río más caudaloso de Cuba. Solo Yaser dos veces, Raine una y yo seis, habíamos navegado el Toa. Otros 8 habían navegado el río Jaguaní –principal afluente del Toa- el año anterior, pero del Jaguaní al Toa hay una seria deferencia de saltos y rápidos.

Luego de despertar a la tropa, le dije a Alejandro que lo que yo tenía era una seria infección en el pie, por lo que debía apretarme con todo. Así hizo y el chorro de humor le cayó en la cara. Después siguió exprimiendo y de inmediato sentí una mejoría; ya la batalla estaba ganada.

El plan para la navegación era estar en dos días en Totenemos y en otros dos en Mal Nombre, para dar margen a seguir navegando y esquivar la empinada loma de La Patata, lo cual significaría recorrer un mayor trecho del cauce del Toa y en lo personal me evitaría tener que caminar La Patata con el estado en el que yo tenía el pie. No obstante aquel plan era difícil, pues solo en los primeros años del grupo, con las resistentes balsas del antiguo Campo Socialista, lo habíamos podido hacer. En los últimos años, los ponches habían retardado la navegación, requiriéndose más tiempo en realizar similares trayectos.

A punto de partir en Bernardo de Yateras, en el primer día de navegación.

A punto de partir en Bernardo de Yateras, en el primer día de navegación.


Amarramos las mochilas a las balsas y salimos a navegar a las nueve y veintiuno. La navegación fue bastante tranquila en la mañana, salvó dos caídas de la balsa que se dio Marí Karla en sendos rápidos. Pero pasando el mediodía, llegó el primer salto: un chorro que baja de súbito y tiene unas piedras bajo el chorrero. Casi nadie escapó de una caída, pero Frank con heridas en un labio y la cara, y María Libia en un labio, llevaron la peor parte. Fue el típico bautizo para el grupo en la navegación.

Desbarate en el salto del bautizo, en el primer día de navegación

Desbarate en el salto del bautizo, en el primer día de navegación


Más tarde paramos junto al puente de Vega del Toro y tuvimos que esperar hora y media por la retaguardia, pues Alejandro sufrió un ponche en su gran balsón. Al continuar, un inquieto chorrero me “robó” una de las muletas y nunca más la volví a ayer. De inmediato llegó el llamado rápido de Kenya, un salto muy complicado que nos sacó sustos a dos malnombristas en el 96 –escapando de una caída la reflaca de Kenya- e hizo un desastre en las mochilas en el 2003. La opción en el lugar fue cargar las balsas con las mochilas y lanzarlas desde un farallón hasta una poceta.

Le siguió al salto un trecho largo entre farallones, hasta aparecer una playa en la que habíamos acampado en tres ocasiones anteriores y donde nos sorprendió la súbita crecida del 2003. Iniciamos bastante tarde la nueva acampada en el lugar, justo a las seis y ocho, mientras la retaguardia lo hizo a las siete y dieciséis. No obstante habíamos cumplido con el plan, que era acampar justamente en aquella playa.

Martes 12 de agosto (segundo día de navegación)

A las seis di el de pie en el lugar. Una nueva cura en mi pie le recetó un chorro de humor en el cuello a Jorgito, otro estudiante de medicina, pero de 3er. año. Comenzamos a navegar más tarde que en la jornada anterior: a las diez y veintisiete, lo cual era un serio problema para cumplir con el plan de llegar a Totenemos.

Pronto llegó un fuerte rápido en el que pocos nos lanzamos. De inmediato apareció el famoso “Hueco”, donde la corriente principal sigue por el centro, pero una rama hala hacia la derecha para sumergirse en un hueco subacuático. Por tal orificio se fueron Bethsy, Yanieyis y Ana en el 2009, pasando un severo susto. Ahora se fue María Libia, quien al decir del Gaby, bajó como si hubieran halado la cadena de un inodoro, mientras Pedrito y Edgardo se aferraban a las rocas para evitar ser absorbidos.

Detrás del Hueco vino el impresionante Salto del Jíbaro, donde el agua desciende intensa en chorros, hasta caer en una poza entre farallas. En el Jíbaro practicamos las típicas cadenetas malnombristas: la mujeres adelante, a recoger las balsas al final; los hombres, a formar una cadeneta para lanzar las balsas; algunos, alertas para destrabar las que se enredaran. Así hicimos, pero al final del salto tuvimos que esperar hora y media por un ponche de Eledys.

Salto El Jíbaro

Salto El Jíbaro


Seguimos por agua algo tranquilas, hasta que el Salto de Hatuey, donde en el 96 pasé mi mayor susto en el Toa, nos obligó a hacer otra cadeneta. Allí el chorro forma un remolino al caer, mientras un canal de farallones custodia a la corriente durante un trecho.

Pasamos el cocal de los Wilson y la acampada final la realizamos en el “Salto de Barbón”, donde el malnombrista así apellidado sufrió un golpe en la quijada con una piedra saliente, en el 96. Aunque los primeros iniciamos la acampada antes de las seis de la tarde, la retaguardia, con tres ponchados, llegó pasadas las siete.

Miércoles 13 de agosto (tercer día de navegación)

Con el de pie a las seis y otra cura humorada a mi infestado pie, nos alistamos para seguir navegando. Un farallón al frente de la acampada sirvió para darnos unas buenas tiradas antes de arrancar. Partimos a las diez y diez de la mañana, bastante tarde también para nuestros propósitos. Nuevamente los ponches retrasaban la partida.

Salto de Barbón

Salto de Barbón


Rápidamente apareció en la mañana el Salto de Los Calderones, donde la corriente se divide en dos: un chorro fuerte se vierte por la izquierda entre un canal de farallones, mientras por la derecha baja el agua en cascada desde unos seis metros de alto. Luego le sigue una inquieta poceta, hasta que las aguas se encarrilan presionadas por un pedregoso canal. Es Los Calderones el segundo mayor salto del Toa.

Salto de los Calderones

Salto de los Calderones


Con la experiencia de las cadenetas anteriores, pasamos Los Calderones. Luego siguió un largo tramo que requirió de muchas brazadas, hasta que antes de las tres de la tarde llegamos los de la vanguardia a Totenemos, lugar previsto para acampar el día anterior. El tiempo sobraba para seguir navegando, pero por delante teníamos de inmediato a Las Cuchillas del Toa, que es el tramo más accidentado de todo el cauce del río. Por otra parte, siendo ya las tres y media aún no llegaba la retaguardia, y para como de males, comenzó a llover.

A las cuatro de la tarde decidimos acampar en Totenemos, por suerte, porque a las cinco y pico bajó una crecida del río de unos sesenta centímetros, que nos cogió ya en los secaderos de café de Totenemos, a unos diez metros de altura sobre la corriente. El nombre del lugar se debe a un antiguo palenque, donde los negros cimarrones “tenían de todo”.

El Toa crecido y el arroyo de Totenemos crecidos, vistos desde la altura de los secaderos

El Toa y el arroyo de Totenemos crecidos, vistos desde la altura de los secaderos


Casi al oscurecer hicimos una reunión para decidir qué hacer en las próximas jornadas. Dos opciones propuse: regresar por un camino a Bernardo de Yateras, lo cual era lo más seguro para coger la guagua en Baracoa, o seguir río abajo hasta enfilar a pie por la loma de La Patata. La segunda opción implicaba hacer en dos días el trayecto hasta Mal Nombre, como en los primeros años del grupo, pero sin aquellas resistentes balsas.

Los de la opción de virar comenzaron a hablar. Todos tenían serios problemas con sus balsas y a algunos, los golpes del río ya los habían madurado. Luego hablamos los que queríamos seguir, defendiendo pasar por los interesantes lugares que teníamos por delante. Al votar al final, los votos de nuestro bando llegaron a 16, de los 24 que éramos. La suerte estaba echada: pasaríamos las Cuchillas del Toa y el Gran Salto del Toa en la primera jornada, para alcanzar Mal Nombre -esa enigmática zona del Toa que le dio nombre al grupo- en la segunda y luego subir La Patata. Pero entonces puse mis condiciones: de pie a las cinco de la mañana, presión a la hora de partir y distribución de las mochilas de los ponchados. A esa hora, ya el pie, aunque aún me dolía, no me soltaba humor gracias a las curas y los antibióticos, por lo que estaba en mejores condiciones para presionar a la tropa.

Jueves 14 de agosto (cuarto día de navegación)

El de pie a las cinco fue acompañado por una excesiva humedad en el ambiente. Desayunamos, recogimos rápido, bajamos al río, amarramos las mochilas a las balsas y partimos a navegar a las ocho y dieciséis, que era la hora más temprana en los cuatro días de río. Cinco se fueron caminando por la orilla, pues sus balsas o sus psiquis no estaban para navegar.

Pronto el río nos mostró su fuerza en el trecho más accidentado. Varios rápidos o saltos nos pusieron a prueba y en algunos, los que los bajamos no salimos bien parados. Por fin llegaron las Cuchillas, con su secuencia de saltos impresionantes. Uno primero, con un largo chorrero por la izquierda, termina en una “Ele” de farallones. En él la cadeneta funcionó perfectamente, con destaque de Janett adelante, que atrapó a cuanta balsa le llegó, facilitado por sus grandes condiciones de nadadora. El Rafa hizo un importante rescate de balsas al principio y yo tuve que subir entre farallones a rescatar tres que estaban girando en una esquina. El segundo salto, de unos dos metros de altura, no dio mucha lucha, ni el siguiente tampoco, donde nos tiramos algunos. El próximo salto complicó seriamente la jugada, de modo que el Rafa y yo tuvimos que meternos en otra “Ele”, donde un fuerte remolino y un tronco atravesado, impedían la salida de las balsas, mientras Héctor sostenía una soga desde una gran piedra, para asegurar al Rafa. El último y mayor salto de la secuencia, de unos cuatro metros de altura, puso a prueba las habilidades para el rescate de las balsas, donde Janett nuevamente y Alberta también por las damas, hicieron un eficaz trabajo.

Mujeres adelante en los saltos de las Cuchillas del Toa

Mujeres adelante en los saltos de las Cuchillas del Toa


Llegaron una calma del río y unos ligeros rápidos, hasta que el desnivel del Gran Salto (el mayor del Toa), junto con su feroz rugido, detuvieron a la flotilla navegante. Allí cae el agua del Toa unos 14 metros, formando un impresionante espumarajo en una gran poceta custodiada por enormes farallones. De inmediato despejé de malezas el trillo que baja por la derecha, zafamos las mochilas de las balsas, llevamos las balsas hasta el borde de la gran poceta a través de una cadeneta, recorrimos el trillo con las mochilas, bajamos hasta el río y entonces Edgardo lanzó las balsas desde la altura. Trabajo nos costó a Yaser, Pedrito y a mí sacar las balsas del remolino formado en una esquina, pero por fin, tras organizarse una nueva cadeneta, nos agrupamos todos en la orilla izquierda. Unos cientos de metros más adelante y ya estábamos acampando por tercera ocasión en una playa, frente a un espléndido salto de una aguada, de unos 40 metros de altura. Habíamos cumplido con la primera jornada. Nos quedaba ahora llegar en un solo día hasta Mal Nombre.

El Gran Salto del Toa

El Gran Salto del Toa

Salto de la aguada frente al campamento

Salto de la aguada frente al campamento


Viernes 15 de agosto (quinto día de navegación)

Otro de pie a las cinco de la mañana nos puso nuevamente en condiciones de salir temprano, y casualmente lo hicimos a la misma hora del día anterior: a las ocho y dieciséis. La jornada implicaba bracear bastante, pues los rápidos no tendrían tanta fuerza. No obstante, el rápido de los tres nombres –debido a tres malnombristas que en él pasaron sus apuros en sendos viajes por el Toa- le puso adrenalina a la mañana y sumó el nombre de Laura a sus denominaciones, por el desbarate de la muchacha en esta ocasión. En cambio, Edgardo se lanzó cinco veces por su chorro sin una sola caída.

Un arroyo a las once de la mañana le hizo creer a la gente que habíamos llegado a Mal Nombre, pero al verdadero arroyo Mal Nombre llegamos a las dos de la tarde. La alegría de la gente se hizo notar por dos razones: estábamos en un lugar entrañable para el grupo y habíamos vencido la meta propuesta para las dos jornadas.

Mal Nombre en arroyo Mal Nombre

Mal Nombre en arroyo Mal Nombre


Continuamos por la zona de Mal Nombre para acercarnos lo más posible a La Patata y comenzamos a acampar finalmente a las cuatro y media, a poco más de un kilómetro de la subida de la loma. Habíamos concluido la navegación por el Toa.

Sábado 16 de agosto

Para no perder lo ganado, otro de pie a las cinco nos permitió estar listos a las ocho para partir hacia La Patata, con la nostalgia de dejar aquel río entrañable para los malnombristas, que también había calado hondo en los novatos. Una exposición de los morados dejados por los rápidos, ganada ampliamente por Alberta, fue el preludio de la subida. A las nueve y media comenzamos a ascender la empinada pendiente. Los primeros la vencimos en una hora y diez minutos e iniciamos un recuento en su cima de las anécdotas vividas en el Toa. La bajada fue más extensa, hasta caer en el paradisíaco río Barbudo, donde nos regalamos un baño y partieron rumbo a Holguín Tony y el Griny, con el interés de caerle esa misma noche a los carnavales de la bella ciudad de los parques. Al Barbudo llegó Melyssa con una mala cara, debido a la pelazón que tenía.

Cruce del Toa rumbo a La Patata

Cruce del Toa rumbo a La Patata

El Yunque de Baracoa visto desde la loma de La Patata

El Yunque de Baracoa visto desde la loma de La Patata


Luego vino para el grupo la caminata hasta el poblado de Quibiján y la subida en el camión que nos llevó hasta Baracoa. Esa noche, la Fiesta del Agua por el aniversario de la villa, nos propició gozar de lo lindo en la ciudad primada.

Domingo 17 de agosto

La guagua rumbo a La Habana debió salir a las 7 de la mañana, pero una injustificada tardanza del transporte nos retrasó la partida para poco después de las once. Partimos rumbo a Holguín, recorriendo primeramente el largo y lento terraplén que una a Baracoa y Moa. Ya en la ciudad de los parques, saludamos a los dos carnavaleros y seguimos rumbo a la capital. La noche nos asaltó saliendo de Las Tunas, después de haberle caído con fuerza a los quioscos ubicados en La Caldosa.

Lunes 18 de agosto

A las siete menos cuarto de la mañana, el parque de H y 12 vio llegar a una guagua cargada de facinerosos excursionistas, poblados de hambre, sueño y golpetazos. Al bajarnos y despedirnos, terminaba así la guerrilla de verano número 27 en la historia de Mal Nombre. Oriente quedaba allá, a lo lejos, pero en nuestras almas dejábamos espacios indiscutidos, reservados para la Sierra Maestra y el río Toa, allí, donde se guardan las mejores vivencias.

2 Respuestas a “Sierra Maestra-Río Toa

  1. Que envidia, me alegra que la pasaron bien por alla, el año que viene tengo que adelantar la guerrilla de mi grupo para que no me coincida con la de ustedes para poder ir y disfrutar doble ejejjeje

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